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Alcanzar el éxito sin perder entusiasmo

  • Catalina de Greiff
  • Sep 28, 2016
  • 3 min read

Podemos aprender de mucha gente exitosa para alcanzar nuestros sueños, así como celebrar nuestras arduas batallas. ¿Pero cómo así celebrar nuestros fracasos? Es a través de ellos como aprendemos y crecemos interiormente. Es a través de ellos que podemos lograr tener el poder del cambio.

En lugar de centrarnos en “no perder” o “mantener lo que ya tenemos”, examinemos y descubramos nuestra pasión para construir una vida nueva.

J.K. Rowling estaba en la ruina, viviendo de subsidios del estado, con depresión grave, divorciada y madre soltera mientras intentaba escribir su primera novela.Oprah Winfrey soportó una infancia difícil y a menudoabusiva; se enfrentó a numerosos contratiempos en sucarrera incluyendo ser despedida de su primer trabajoporque consideraban que no era apta para la televisión.A Wolfgang Amadeus Mozart el Emperador Ferdinandole dijo que sus óperas eran “demasiado ruidosas” y contenían “demasiadas notas”.

Estas son sólo algunas de las personas que se negaron a escuchar la crítica de los “expertos”. La historia está llena de personas que tal vez nunca lo habrían logrado de no haber tenido tantos desafíos, no dependían de la opinión o el permiso de los demás. Si nunca fallamos, no aprenderemos la lección y no tendremos oportunidad de tener éxito; es posible que en algún momento nos hayan dicho que no somos aptos para tal o cual oficio, pero no tengamos miedo de tomar riesgos, sigamos nuestros sueños y el milagro ocurrirá.

Así que la próxima vez que nos encontremos desanimados y sin esperanza, vale la pena recordar a estos personajes famosos y que a veces el fracaso es sólo el primer paso hacia el éxito.

Estamos en la cima con palabras animosas y posturas motivadoras, silenciemos nuestra mente para que podamos alcanzar nuestras metas y reconocer todas las oportunidades que se nos van presentando.

Águila o gallina

Un guerrero indio se encontró un huevo de águila, el cual recogió del suelo y colocó más tarde en el nido de una gallina. El resultado fue que el aguilucho se crió junto a los polluelos.

Así, creyéndose ella misma gallina, el águila se pasó la vida actuando como éstas. Rascaba la tierra en busca de semillas e insectos con los cuáles alimentarse. Cacareaba y cloqueaba. Al volar, batía levemente las alas y agitaba escasamente su plumaje, de modo que apenas se elevaba un metro sobre el suelo. No le parecía anormal; así era como volaban las demás gallinas.

Un día vio que un ave majestuosa planeaba por el cielo despejado. Volaba sin casi batir sus resplandecientes alas dejándose llevar gallardamente por las corrientes de aire.

“¡Qué hermosa ave!”, le dijo a la gallina que se hallaba a su lado. “¿Cuál es su nombre?”

“Águila, la reina de las aves”, le contesto ésta. “Pero no te hagas ilusiones: nunca serás como ella”.

El águila vieja dejó, en efecto, de prestarle atención. Murió creyendo que era gallina.

Esto es sólo una historia sorprendente, donde uno se convierte en lo que cree que es. Soñar en convertirnos en águilas, seguir nuestros sueños, no las palabras de las gallinas. Vivir con pasión, con una gran disposición y aceptación al cambio, salir de esa llamada zona de confort que finalmente adormece y paraliza.

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